Perro en bote zozobra. Por vez segunda.
Hay, dicen, una deuda.
Había quedado algo por decir (y después de todo, incluso después de todo,
siempre lo habrá).
Perro en bote abandona la pseudonimia, trueca apodos por apellidos,
da por agotados los nombres falsos, sólo para restituir otros, no menos
ficticios. Perro en bote recupera el
nombre que sus muertos le han legado, y pone proa a los por venir, amén de
empeño al celo.
Perro en bote lo sabe, lo huele, lo siente en el hocico: el juego
es necesidad, la ficción, verdad, y la escritura, el azar y lo por ganar.
Perro en bote no sabe saldar cuentas, mucho menos pedirlas;
tampoco ha prometido hacerlo. Y al final, sólo puede cagarse en ellas.
Perro en bote meridianea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario