a)
“Thus
hides the
parts –the prudery
of Frigidaire…”
Oppen:
Big Business
Oppen
fue un visionario: en la década del ‘30 vio que hay algo en los objetos que se
esconde – “the prudery of Frigidaire…”
La
palabra clave del poema es “prudery”:
las vergüenzas, el recato, aquello que se esconde. Hay un lado negativo para este
esconder: la prohibición, la veda, la censura ordenada a un fin (las familias solían
esconder a sus locos en habitaciones específicas apartadas), un evitar que se
sepa algo que no conviene que se sepa. De ahí el “big business”: si todos manejan todos los secretos, no hay
ganancia.
Hay una
vuelta a la magia, al tabú con respecto a la tecnología: el técnico que arregla
computadoras es visto como un chamán, alguien con un conocimiento distinto,
superior al común, cuasi mágico.
Quienes
manejan el lenguaje de la máquina han visto sus vergüenzas y saben cómo
manejarlas.
El Big
Business, entonces ¿para quién?
b)
Hay una
etimología de la palabra ritmo que
fue olvidada, abandonada. En ese abandono se juega una decisión.
En el
juego de las etimologías se eligió una por sobre la otra: abandonar el ritmo como un fluir, como el “movimiento
normal de las aguas”[1],
por una cuestión más estructurada, mensurable[2].
El ritmo es individual, pero carcelario[3].
Así es como se hace necesario agregarle un idios:
el idiorritmo barthesiano es la forma que tiene cada individuo de
insertarse en una comunidad, pero también de buscar una salida, un escape, de
encontrar el compás individual.
Ahora
bien, pensemos un idiorritmo en internet.
Navegar
implica dejar huellas. Huellas de los propios gustos, intereses, búsquedas,
palabras. Esas huellas son rastreables: hoy, quienes conocen las vergüenzas de
la máquina crean dispositivos de rastreo para generar perfiles a partir de las
huellas dejadas por los usuarios. Perfiles que son cada vez más individuales,
teniendo como base hasta una palabra tipeada en un comentario ínfimo.
Quién y
cómo se maneja esa información depende de intereses económicos: las
publicidades ya no se piensan para una masa, sino para el individuo.
Publicidades creadas para un usuario particular de acuerdo a sus intereses. El
sistema tolera y busca el idiorritmo.
Parece
interesante retomar la etimología olvidada. Recorrer el camino de manera
diferente. Recobrar la fluidez perdida.
Cuentan
que estando Chuang Tsé, el sabio chino, a la vera de un río, un anciano cae por
una catarata. Chuang Tsé corre a socorrerlo, pero el viejo sale sin el más
mínimo rasguño. Ante la interrogación de qué era lo que lo había salvado, el
anciano responde que lo único que había hecho era no resistir, fluir con el
río.
Si el
navegar deja huellas capaces de ser rastreables, no lo hace el fluir con el
agua. Devenir imperceptible es, hoy, la forma de escape ante un sistema que
tolera la idiorritmia. La no resistencia, el fluir, es la forma de la
resistencia.
[1] Véase Barthes Roland, Cómo vivir juntos, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2003, p. 50: rhytmos es allí vinculado
a rhein (en griego: el fluir, el
movimiento regular de las aguas).
[2] Ibíd.: “A propósito de la música, Sócrates [en el Filebo] evoca las relaciones que ‘se
manifiestan en el movimiento del cuerpo, relaciones que se miden mediante
números y que, según dicen los antiguos, es necesario llamar ritmos y metros’.”
[3] Ibíd., p. 51: “El
ritmo ha tomado el sentido represivo (ver el ritmo de la vida de un cenobita o
de un falansteriano, que debe actuar con la precisión de un cuarto de hora).”
1 comentario:
a pedido de liberati, donde dice: "pensemos un idiorritmo en internet" en el fragmento ´b´ léase: "pensemos un idiorritmo(inter)-[n]-ético". gracias franquito
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